Un cambio en las urnas, la única salvación del medio ambiente
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La Madre Tierra o, como le llamaban los incas, la Pachamama, se ha visto cada día sumergida en una situación irrevocable cuyo nombre es la crisis climática. Hoy en día, los acontecimientos climáticos nos dejan saber poco a poco quién tiene el control definitivo del planeta; los huracanes se forman con más fuerzas, los volcanes despertaron, los ríos cada vez se salen de sus cauces, los fuegos forestales son la orden del día, las lluvias culminan en inundaciones catastróficas, los niveles del mar aumentaron, los veranos son más calientes y los inviernos son cada vez más fríos. Sin embargo, dentro de toda la responsabilidad que el uno por ciento de la población, los gobiernos más poderosos del mundo y las industrias petroleras tienen sobre la crisis, estos se hacen de la vista larga a pesar de todas las alertas que la Madre Tierra nos ha presentado con anticipación.
Por consiguiente, la crisis climática ha sido el desenlace de décadas de incongruencias del sistema económico para seguir promoviendo un crecimiento infinito en un hogar (la Tierra) donde sus recursos son explícitamente limitados. Estos acontecimientos de anacronismo sistémico han tenido un remate en cada zona geográfica del globo terráqueo. En cambio, este remate no ha sido equitativo por territorio. Sin duda alguna, los países y las regiones más afectadas se encuentran en el sur global. En el sur global, habitan las naciones más pobres del mundo y, a su vez, se han mantenido en un estancamiento económico debido a políticas de carácter neocolonial y colonial por parte de aquellas naciones desarrolladas que pertenecen al norte global.
En consecuencia, Puerto Rico, colonia de los Estados Unidos, no es un caso aislado en materia ecológica. De hecho, en el análisis que realizó Germanwatch en el 2020, Puerto Rico, junto a Myanmar y Haití, son los países más afectados del mundo entre 1999 hasta 2018 por la crisis climática. No obstante, a base de este estudio como otros realizados a nivel local e internacional, los gobiernos del Partido Nuevo Progresista y Partidos Popular Democrático han decidido seguirles los pasos a los gobernantes de los países más poderosos del mundo y obviar completamente a la información empírica sobre la situación alarmante que vive Puerto Rico en temas ambientales. El gobierno, de tener el poder de poder mitigar de una forma eficaz estos impactos que tanto nos afectan, deciden seguir otorgándole permisos de forma ligera a multimillonarios extranjeros para que puedan construir en zonas adyacentes a reservas naturales con el fin de atraer inversión extranjera para el mal llamado “desarrollo económico”. De esta manera, deforestan y envenenan mangles, venden la arena de las dunas naturales y cada día que pasa, los espacios naturales de todos nosotros, caen en manos privadas.
En conclusión, ¿qué podemos hacer? Esa es una pregunta concreta que tiene varias alternativas. Número uno: como jóvenes, presente y futuro de Puerto Rico y del mundo, tenemos la responsabilidad de inscribirse para votar y seleccionar un gobierno justo y que nos represente para así rescatar las arcas públicas que trabajen para el bienestar social, político, económico y ecológico. Número dos: nunca dejar la lucha popular de las calles. Las calles son imprescindibles para reclamar nuestros derechos y luchar por esa naturaleza que asesinan vilmente. Como país, en las calles y en las urnas, debemos levantar nuestra voz por un porvenir que represente verdaderamente a la nación puertorriqueña.
El autor es Secretario de La Jota, Delegado del Consejo General de Estudiantes de la Universidad de Puerto Rico y parte del equipo electoral de MVC.