El terror de poner al país primero
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Recientemente el debate en los medios ha girado en torno a la diversidad dentro del Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) y la Alianza de País. Con una amplia gama de voces y perspectivas que abogan por un cambio real en Puerto Rico, la oposición ha intentado encasillar al movimiento en definiciones que no reflejan su verdadera esencia. Mientras, algunos medios habitados por los analistas del bipartidismo intentan etiquetar al MVC como una entidad monolítica o incoherente. Lo hacen de manera burda y absurda, pues saben que la realidad es que dicha diversidad es su mayor fortaleza.
El Partido Nuevo Progresista (PNP) y el Partido Popular Democrático (PPD) han dominado el escenario, no a través de ideas innovadoras o soluciones visionarias, sino mediante una estrategia insidiosa: sembrar el miedo. Su narrativa, repetida hasta el cansancio por "analistas" cómplices, busca que la gente crea que no hay alternativa al sistema actual. Sin embargo, hoy, esos mismos actores que han utilizado el miedo como arma, parecen estar dominados por él.
Por décadas, la estrategia del PNPPD ha sido esa: saturar de miedos al pueblo, utilizando una narrativa que busca que la gente concluya que no hay alternativa al sistema actual. Esa misma narrativa expirada es la que repiten, “casualmente”, los “analistas”. Curiosamente, quienes llevan décadas metiendo miedo son hoy los que parecen estar dominados por él. El miedo se cambió de bando porque el país tiene otras opciones electorales.
Y es que ha surgido un fenómeno interesante. Mientras algunos pueden ver divisiones insuperables entre libreasocianistas, estadistas e independentistas, existen partidos que están dispuestos a dejar de lado las diferencias de estatus en aras de un proyecto común, sea un programa conservador o una agenda urgente. A este fenómeno en el que se unen personas de distintas preferencias de estatus bajo un proyecto común lo llamo la divergencia en la convergencia.
En medio de la creciente frustración por la corrupción que ha plagado tanto al PNP como al PPD, hoy existen muchos electores que buscan estas nuevas opciones. Personas que se identifican con una organización electoral que no se une alrededor del tema del “estatus político”, sino de los problemas que enfrenta a diario su población, incluido el colonialismo. Es eso lo que los tiene asustado.
La convergencia, en este sentido, representa una búsqueda de soluciones pragmáticas en lugar de retórica de miedo. Es un recordatorio de que, a veces, las corrientes políticas pueden fluir juntas hacia un propósito superior. En el caso de la Alianza que se forja entre Victoria Ciudadana, el PIP, y otros sectores, se propone un Puerto Rico más justo, próspero y libre de corrupción, a favor de los derechos democrático de las mujeres y de la comunidad LGBTTIQA+ y del desarrollo económico para la mayoría.
Este sendero no es fácil de transitar, y las diferencias persisten. Pero a medida que más personas se aventuran por él, se da un giro a la narrativa política tradicional. Ya no se trata solo de partidos o ideales, sino de un compromiso compartido con el bienestar de Puerto Rico.
El PNPPD seguirá en la suya. No tiene ya más municiones. Continuará sembrando miedo y confusión para mantenerse en el poder y alargar su existencia. En respuesta a eso, solo la unión de fuerzas puede lograr ese cambio urgente.
Que sepa el PNP-PPD que el miedo ya no nos paraliza. Seguimos construyendo una nueva opción electoral y política desde la diversidad. Haremos posible el cambio que queremos y necesitamos desde la divergencia en la convergencia, para buscar las soluciones pertinentes que Puerto Rico necesita.
Ese es el miedo que la Alianza le genera.