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Tapar el Cielo con la Mano

  

En medio del torbellino de discursos y opiniones que inundan el panorama político local, hay una realidad que algunos y algunas prefieren ignorar o, peor aún, intentan ocultar bajo un manto de falacias y manipulación. Nos encontramos inmersos en una crisis democrática que permea cada rincón de nuestra sociedad puertorriqueña, manifestándose en la erosión de los principios fundamentales de la participación ciudadana y el respeto por la verdad.

Son pocos quienes se atreven a levantar la voz y denunciar esta situación. En cambio, proliferan aquellos y aquellas que, cual pájaros parlanchines, repiten sin cesar las mismas mentiras desgastadas, con la clara intención de desviar la atención y sofocar cualquier intento de indagar en la verdadera naturaleza de nuestra realidad política. Es hora de reconocer que la crisis democrática no es una sombra pasajera, sino una realidad palpable y urgente.

La crisis democrática que enfrentamos en Puerto Rico se ha vuelto más evidente en los últimos meses, evidenciándose de manera alarmante en la dificultad creciente para acceder y participar plenamente en los procesos electorales. Lo que debería ser un ejercicio de expresión ciudadana se ha convertido en una verdadera carrera de obstáculos, donde la participación se ve obstruida por diversas barreras impuestas por aquellos en el poder.

El Partido Nuevo Progresista (PNP) ha demostrado, una vez más, su disposición a manipular el sistema a su favor, mediante la implementación de leyes diseñadas para restringir la participación de candidatos y candidatas independientes y socavar la legitimidad de quienes desafían su hegemonía. “Le conseguimos 12 mil votos en San Juan en 2020” es la desafortunada respuesta de Edwin Mundo, director de campaña de Pierluisi, a Ángel Cintrón, director de campaña de Jennifer González, ambos del PNP, tras la acusación de este último de que el equipo del gobernador está manejando fraudulentamente el proceso del voto adelantado en la primaria PNP. Reconocen su proceder, orgullosamente, y solo llaman al colega del partido a bajar la voz, pues podría ser él o su campaña quien en algún momento se pueda ver beneficiado con el chanchullo. ¿Así o menos democrático?

En esa misma línea, la reciente ola de acciones fraudulentas y medidas legales cuestionables promovidas por el PNP para descalificar candidaturas de Victoria Ciudadana refleja claramente su temor a cualquier fuerza que represente una amenaza real a su dominio. Candidaturas que han cumplido con todos los requisitos legales y certificaciones de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE) son sometidas a una cruel persecución judicial, en un esfuerzo descarado por silenciar voces disidentes y preservar su monopolio de poder. Esta situación pone de relieve una verdad incómoda pero innegable: la democracia en Puerto Rico está bajo asedio.

La crisis democrática en Puerto Rico se ha profundizado hasta alcanzar niveles alarmantes, y la falta de acción por parte de la Comisión solo agrava la situación. La CEE, que debería ser garante de la transparencia y la equidad en los procesos electorales, se ha convertido en cómplice de la mentira y la manipulación al mantenerse silente frente a las prácticas antidemocráticas que socavan la participación ciudadana.

Las palabras de un representante que reconoció haber subestimado la corrupción dentro de la CEE resuenan con fuerza, evidenciando la profundidad de la podredumbre que ha infiltrado esta institución pública. La falta de liderazgo y dirección en la CEE permite que cada departamento sea dirigido y manipulado a voluntad por el PNP, con la anuencia del Partido Popular Democrático (PPD), socavando así la integridad del proceso electoral y la confianza en nuestras instituciones democráticas.

Ya basta de tapar el cielo con la mano. Es hora de reconocer la realidad: el fraude y la manipulación existen. No podemos permitir que nuestra democracia sea eclipsada por la corrupción y los intereses partidistas de algunos.

La recuperación de la democracia en Puerto Rico no puede esperar más. Es un deber moral y cívico de cada uno de nosotros luchar por ella, sea en las urnas y en las calles.